Este año el Día Mundial de la Diabetes vuelve a centrar su atención en la importancia que cobra la familia a la hora de apoyar a las personas que viven con diabetes tanto psicológicamente como en la adherencia al tratamiento y control de la misma.
La diabetes, al necesitar un control regular varias veces a lo largo del día, puede parecer un trastorno en el núcleo familiar en el momento del primer diagnóstico, si bien, con un buen apoyo familiar, un estilo de vida saludable y una correcta adherencia al tratamiento no tiene por qué alterar el día a día de las personas.
Es cierto que un diagnóstico de diabetes conlleva una serie de cambios en el estilo de vida de las personas, que afectan a todos los integrantes de la familia y que requiere un periodo de adaptación para habituarse a la nueva situación. En cualquier caso, ayudar a la persona con diabetes a llevar un estilo de vida saludable, consigue inculcar, de manera intrínseca, buenos hábitos para toda la familia.
La edad de la persona en el momento del diagnóstico, las circunstancias personales y el contexto familiar son factores determinantes.
En el caso de los niños, fundamentalmente con diabetes tipo 1, el momento del diagnóstico puede suponer un primer cambio en el círculo familiar.
Ante este nuevo escenario, los personas con diabetes -especialmente en el caso de los niños y de las personas mayores con alto grado de dependencia- deben contar con una red de apoyo familiar y social para mejorar su adherencia al tratamiento o la adopción de una alimentación correcta y hábitos saludables.
En este sentido, los miembros de la familia juegan un papel relevante, ya que sirven de apoyo y consulta sobre las pautas de control de la diabetes.
Tras el diagnóstico, la familia debe aprender ciertas pautas sobre alimentación saludable y composición de los alimentos. Todo ello con una adaptación de los menús familiares y la adopción de nuevas rutinas de actividad física.